La democracia es un sistema de reglas basadas en el imperio de la Ley. Por sí solo, el sistema debería ofrecer las suficientes garantías para que la democracia corrigiera sus propios errores. Pero, la realidad supera continuamente la ficción.
El sistema permite elegir a un político que deviene incompetente de asumir sus responsabilidades, pero que la regla de la democracia le permite agotar la legislatura, bien porque disponga de una mayoría absoluta o los apoyos necesarios para impedir una moción de censura.
El sistema permite que si el aparato político que sostiene a los dirigentes no se vuelve en contra, éstos se aferren al poder siendo incapaces de ejercer algo tan democrático como renunciar al cargo, dimitir. Dimitir es un verbo imposible conjugar en castellano porque, simplemente, nadie ejerce la acción de renunciar con dignidad.
El sistema permite, por los pactos de no agresión entre los partidos, judicializar procesos políticos in eternum, utilizar a la prensa para aparentar controversia política, justificar lo injustificable ante los ciudadanos y mantenerse en sus cargos como si no pasara nada.
El sistema que han creado los políticos en representación de todos los ciudadanos y ciudadanas les permite protegerse con total impunidad. Anecdóticos son los casos en los que la justicia ha imputado, juzgado y condenado a políticos y, más anecdótico, que se haya hecho con celeridad.
Se habla mucho en estos últimos meses de que es la hora de la ciudadanía, la indignación social se ha manifestado de diferentes formas, tanto en nuestro país como en los de nuestro entorno. La cultura revolucionaria europea esta dormida y, tal vez es bueno que siga aletargada. Demasiada sangre ha corrido en nuestra historia.
El sistema debería canalizar la indignación social de alguna forma. Por ello, cada vez veo más necesaria la adopción de una moción de censura popular. Requerir un número de firmas que represente un porcentaje sustancial del electorado para que con su presentación se vote en un referéndum la continuidad o no de un gobierno. Sin el parapeto de los partidos políticos que se protegen mutuamente en su supervivencia. Sin el engaño que supone su aceptación por la cámara legislativa, como sucede con la iniciativa legislativa popular. Un quiero y no puedo de democracia popular.
Es la hora de los ciudadanos y, si la division de poderes es incapaz de controlar los desmanes y la incompetencia del ejecutivo, del poder político, creemos resortes que permitan controlar los desmanes de nuestros dirigentes directamente desde la ciudadanía. Los diputados, parlamentarios, cargos electos... representan a la voluntad popular, pero cuando dejan de ejercer esa representación por los intereses propios de cada partido político, dejan de cumplir con el mandato constitucional.
Mi voto a quien lleve en su programa la moción de censura popular.
PD. Mi agradecimiento a Edu Sanz @taxilari por la cesión de la fotografía de este post.
Una situación como la actual es consecuencia de la elección mayoritaria de los ciudadanos. Me parece muy complicado poder urdir un sistema distinto y mas en una pertenencia a una comunidad mayor como es la UE.
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