El mundo está lleno de pequeños dictadores, unos con más poder que otros, pero al final pequeños reyezuelos instalados en el poder y dictando la vida del resto con un despotismo irritante.
Llegan al poder y se aíslan en una nube distante de la realidad. Se irritan cuando sus dependientes los critican o manifiestan discrepancias con su gestión, nadie puede dudar de su capacidad y eficacia. Todo lo hacen por el bien de su proyecto e, implícitamente, por el bien de todos, pero la realidad termina constatando abusos, corrupción, privilegios de su cohorte.... Algo mina más su credibilidad actual y de futuro.
Les cuesta abandonar el poder, saber que han terminado una etapa. Siempre aparece la expresión "salida digna" cuando el origen de todo es indigno. Buscan transiciones como una forma de tener salidas airosas, les es difícil abandonar todo lo que han considerado como suyo, en el sentido más cercano a una propiedad. Propietarios de bienes, personas, ideas...
Llegan a estar por encima del bien y del mal. Paradójicamente cuando se ven con el agua al cuello, son aperturistas, hablan de instaurar el diálogo de potenciar la participación, de establecer los pasos para hacer un cambio. Siempre se toma tarde esta decisión, siempre en el límite de ver acabado su poder. Hay quien se anticipa ante el efecto dominó de estas situaciones, pero quien sigue pensando que con el no va la historia.
Y cuando la Historia se escribe con mayúsculas, los cambios llegan, los pequeños dictadores huyen, viven de su espolio, protegidos por otros que, como ellos, suponen que nunca les llegará su hora.
Pequeños dictadores que labran su futuro con su pasado oscuro a la espera de una revolución que les ponga en su sitio.
Curiosamente tanto Ben Ali de Túnez como Mubarak de Egipto son miembros de la Internacional Socialista, como Zapatero.
ResponderEliminar