Si hoy el europeísmo viviera con la misma ilusión que en los ochenta y noventa, años en los que nadie quería
perderse la aventura europea, años de ampliaciones del mapa europeo, de grandes
proyectos de infraestructuras, donde el dinero de los países ricos corría hacia
los países más pobres (principalmente los mediterráneos) en un afán solidario creyendo
que todos juntos la, hoy, Unión Europea
sería una de las economías más fuertes y grandes del planeta.
A todos los políticos les encantaba
vivir más en Europa que en su propio país. De allí traían nuevas inversiones,
fondos, apoyos, proyectos. Ninguno se quería perder la foto europea de un
Consejo de Ministros o de cualquier otra reunión.
En unos años todo esto ha
cambiado, los políticos hablan en clave nacional. Lo de ir a Bruselas es para
escuchar un rapapolvo por no cumplir objetivos económicos, de desempleo, de
deuda… Ir a Bruselas es una obligación, como niños que se les lleva arrastras a
la escuela…. La mayoría saben que va a ver un tirón de orejas.
Pero tanto es el miedo a
enfrentarse a quien antes ponía euros y más euros en fondos agrícolas,
sociales, de desarrollo regional…. Como el poner la mirada en la propia
ciudadanía de cada Estado. Lo hayas hecho mal, regular o bien, sabes que en las
próximas elecciones vas a pasar por un castigo seguro. No se va a perdonar a
nadie que ya no podamos vivir como “ricos” en una economía sin fin…
Peor aún, ante esta situación,
aumentan los movimientos insolidarios, los que tratan de privilegiar lo
nacional, los que miran a los demás por encima del hombro llamando vagos a sus
vecinos, enarbolando la bandera más ultra… justo aquella de la que trató de
huir Europa, de la que trajo millones de muertos, la que llevo a Robert Shuman –hace
62 años- a promover su famosa declaración.
Hoy, día de Europa, no dejemos
que las ideas que originaron el odio y que nos llevaron -en los años cuarenta- a
ser lo más ruin de la dignidad humana, vuelvan a convivir con nosotros. No hay
optimismos en esta crisis que nos consume, pero ante todo, no perdamos la
dignidad. Europa no se lo merece, ni nosotros tampoco.
Feliz Día de Europa
Hay, que dolor, si. Lo peor es que Europa es solo un punto, sintoma de una enfermedad mayor. Me temo que las cosas tendran que ir a peor antes de sanarse. A pesar de esto, soy positiva. Creo que las crisis son el motor de los grandes cambios, y de esta saldra no una Europa nueva si no un mundo nuevo. Gracias por la reflexion, Fernando.
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