martes, 19 de abril de 2011

La Europa que nos aterroriza

Los últimos resultados de las elecciones finlandesas confirman la tendencia del rebrote de los movimientos ultraderechistas en Europa. Francia, Hungría, Bélgica, Holanda, Italia, Suecia Austria… son Estados en los que la ultraderecha tiene una presencia relevante en sus Parlamentos.

Europa parece no haber aprendido la lección que dio lugar a la II Guerra Mundial y al mayor exterminio de la humanidad. Hay quien, alegremente, apuntaría a que el mal proviene exclusivamente de la extrema derecha, pero no puedo dejar de recordar todo lo que el comunismo dejó al igual otra terrible lacra en la Europa oriental (sólo recordemos a Stalin...).

La crisis económica, de un lado y las tendencias independistas (belgas, italianos..) alientan estos movimientos basados en la exclusión a los inmigrantes, políticas xenófobas y racistas, la insolidaridad económica basada en su riqueza.

La Europa solidaria ha estado, desde hace más de 30 años, destinando Fondos económicos a los países del arco exterior de la UE (Irlanda, Portugal, sur de España e Italia, Grecia) y, desde su incorporación, a los Estados orientales de la UE. La apariencia de crecimiento económico de algunos de ellos se ha visto frustrada tras los recientes rescates financieros de Grecia, Irlanda y Portugal. Las miradas se dirigen actualmente a España, cuya credibilidad está en el punto de mira.

Ya hay quien llama a las economías de sur de Europa economías de la fiesta. Mientras el norte inicia políticas de austeridad y control, en el sur nos debatimos en un Estado del bienestar al que España aporta el mayor índice de paro de toda la UE, cercano al 20%.

Europa nunca había tenido unos líderes tan nefastos, en los últimos quince años mientras unos especulaban creando burbujas económicas, otros despilfarraban toda la especulación creada. Las economías de los Estados de la Unión Europea no pueden dejarse en manos de las incompetencias de sus dirigentes y más, cuando algunos Estados descentralizados, dejan en manos de sus regiones un ejercio económico basado en el despilfarro.

Nos aterroriza pensar en una vuelta a los años treinta del Siglo XX. Pero, como siempre, no podemos ignorar nuestra responsabilidad. Los partidos tradicionales han caído en su visión cortoplacista de conseguir votos obviando los problemas reales de la sociedad. La respuesta es la intransigencia y, no se equivoquen, el problema no es que existan partidos ultraderechistas, el problema es que el 20, el 30 por ciento de la sociedad les empieza a apoyar.

Falta autocrítica en las estructuras políticas actuales y eliminar a los malos políticos desde los propios partidos. Mantener caudillos indiscutibles no es liderazgo. El buen líder es el que reconoce su incompetencia a tiempo y sabe irse para dar paso a quien pueda dar soluciones. El problema es hacerlo a tiempo, antes de que el problema sea otro. Y éste parece que ya ha llegado.